Redes de investigación colaborativa para transformar la salud pública en América Latina
“Collaborative Research Networks to Transform Public Health in Latin America”
Autor: Cristian Díaz-Vélez1,2,a
1. Universidad Científica del Sur, Lima, Perú.
2. Dirección General de intervenciones estratégicas en salud Pública, Ministerio de Salud, Lima, Perú
a. Médico Epidemiólogo, doctor en investigación clínica.
ORCID: 0000-0003-4593-2509
Correspondencia:
La investigación científica es el motor del desarrollo y la herramienta más poderosa para enfrentar los desafíos en salud pública. Sin embargo, en América Latina, la fragmentación institucional, las brechas de financiamiento y la escasa interoperabilidad de los sistemas de información han limitado la capacidad de generar conocimiento aplicable a las políticas sanitarias. En este contexto, las redes de investigación colaborativa emergen como una estrategia esencial para fortalecer la evidencia científica y su traducción en decisiones públicas efectivas.
La ciencia colaborativa como bien público
Investigar en red no solo amplía la escala de los proyectos, sino que convierte el conocimiento en un bien público regional. Las experiencias desarrolladas en América Latina demuestran que los problemas en salud, como las enfermedades transmisibles, las desigualdades nutricionales o los efectos del cambio climático sobre la salud, requieren una mirada compartida y multidisciplinaria (1).
El trabajo en red favorece la creación de capacidades locales, promueve la equidad científica y fortalece la autonomía de los países en desarrollo frente a agendas globales dominadas por centros del Norte Global (2).
Una red colaborativa implica más que cooperación: es un ecosistema dinámico en el que los actores contribuyen desde sus fortalezas, con liderazgo horizontal, gobernanza compartida e intercambio de datos y recursos
Este enfoque fue clave en la experiencia del Instituto de Evaluación de Tecnologías en Salud e Investigación (IETSI) en Perú, donde la articulación entre hospitales, universidades y organismos multilaterales permitió reducir en más del 40% el tiempo de evaluación de tecnologías sanitarias, generando ahorros superiores a 320 millones de soles en medicamentos y dispositivos médicos (3). Esta evidencia muestra que el trabajo colaborativo puede traducirse no solo en conocimiento, sino también en eficiencia, sostenibilidad y mayor equidad en el acceso a la salud.
Medición y visibilidad científica: más allá del número de publicaciones
La productividad científica de los países sudamericanos ha crecido de forma sostenida entre 2011 y 2024, según datos de Scopus. Sin embargo, este aumento no siempre se traduce en impacto o liderazgo regional. Los indicadores más relevantes para evaluar una red no son solo los artículos publicados, sino también su capacidad para generar políticas públicas, formar nuevos investigadores y responder oportunamente a crisis sanitarias (4).
En el ámbito peruano, la pandemia de COVID-19 fue un punto de inflexión. Iniciativas multicéntricas como los estudios de seroprevalencia, desarrollados entre el Ministerio de Salud, universidades y el Instituto Nacional de Salud (INS), demostraron que el intercambio de datos abiertos y el trabajo interdisciplinario son esenciales para tomar decisiones rápidas y basadas en evidencia (5).
La experiencia en redes institucionales
Durante los últimos años, el Ministerio de Salud del Perú ha fortalecido sus estrategias de intervención a través de redes articuladas de investigación aplicada. En el caso del dengue, por ejemplo, la implementación de plataformas de vigilancia y respuesta temprana basadas en evidencia permitió reducir la tasa de letalidad en más del 40% entre 2023 y 2024. Estos avances reflejan que las políticas públicas más efectivas no dependen solo de recursos, sino de una cultura institucional orientada a la investigación colaborativa y al uso de información en tiempo real para la gestión sanitaria.
Retos persistentes y oportunidades
Las principales barreras para consolidar redes en América Latina incluyen la fragmentación institucional, la desigualdad entre países, la limitada movilidad de investigadores y el bajo acceso a financiamiento competitivo (6). La cooperación Sur-Sur y los programas de fortalecimiento de capacidades, impulsados por organismos como la OPS/OMS y el BID, pueden ayudar a cerrar estas brechas mediante la creación de hubs regionales de conocimiento en salud pública y tecnología (7).
Otra barrera crítica es la gobernanza científica. Las redes exitosas son aquellas que establecen mecanismos claros para la toma de decisiones, la propiedad intelectual y la rendición de cuentas, garantizando la sostenibilidad más allá de los ciclos políticos o de financiamiento (8). En este sentido, la implementación de infraestructuras digitales compartidas y el fomento del acceso abierto resultan fundamentales para democratizar la ciencia y asegurar su impacto en la sociedad.
Como epidemiólogo e investigador, pero también como gestor de políticas públicas, he constatado que la generación de conocimiento cobra sentido solo cuando mejora la vida de las personas. La investigación no debe quedarse en los laboratorios o en los artículos científicos, sino trascender hacia la práctica y la acción pública.
Cada red de investigación debe ser también una red de transformación, donde la evidencia se convierte en decisiones, y las decisiones, en bienestar social. Esto requiere fortalecer la formación en investigación traslacional, integrar la inteligencia artificial y los macrodatos (big data) en la gestión de información, y fomentar la mentoría científica para los jóvenes investigadores, quienes serán los futuros líderes del cambio.
Construir redes sostenibles implica visión, liderazgo y ética. No basta con la colaboración técnica; se necesita compromiso institucional y transparencia en la gestión de recursos y resultados. Las redes deben ser espacios de confianza, respeto y aprendizaje mutuo, donde se reconozcan los aportes de cada miembro y se comparta la autoría del conocimiento generado (9).
La ciencia colaborativa latinoamericana debe avanzar hacia una nueva etapa: aquella en la que los países compartan infraestructuras, datos y talentos para responder de manera coordinada a los desafíos sanitarios globales. Solo así será posible reducir las desigualdades en salud y fortalecer la soberanía científica regional.
Las redes de investigación colaborativa son más que estructuras académicas; son instrumentos de justicia social y sanitaria. Al articular universidades, institutos, hospitales y comunidades, se convierten en puentes entre la evidencia y la política pública. El futuro de la salud en América Latina dependerá de nuestra capacidad para investigar juntos, compartir conocimiento y transformar los hallazgos en acciones concretas. La ciencia en red no es una opción, es una responsabilidad ética y estratégica para construir sistemas de salud más resilientes, equitativos y sostenibles.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS